23 feb 2010

Estudiar historia para Ernst H. Gombrich

ÉRASE UNA VEZ 

"Todas las historias comienzan con «érase una vez». La nuestra sólo pretende hablarnos de lo que fue una vez. Una vez fuiste pequeño y, puesto en pie, apenas alcanzabas la mano de tu madre. ¿Te acuerdas? Si quisieras, podrías contar una historia que comenzase así: Érase una vez un niño o una niña..., y ése era yo. Y, una vez, fuiste también un bebé envuelto en pañales. No lo puedes recordar, pero lo sabes. Tu padre y tu madre fueron también pequeños una vez. Y también los abuelos. De eso hace mucho más tiempo. Sin embargo, lo sabes. Decimos: son ancianos; pero también tuvieron abuelos y abuelas que pudieron decir del mismo modo: érase una vez. Y así continuamente, sin dejar de retroceder. Detrás de cada uno de esos «érase una vez» sigue habiendo siempre otro. ¿Te has colocado en alguna ocasión entre dos espejos? ¡Tienes que probarlo! Lo que en ellos ves son espejos y espejos, cada vez más pequeños y borrosos, uno y otro y otro; pero ninguno es el último. Incluso cuando ya no se ven más, siguen cabiendo dentro otros espejos que están también detrás, como bien sabes.

Eso es, precisamente, lo que ocurre con el «érase una vez». Nos resulta imposible imaginar que acabe. El abuelo del abuelo del abuelo del abuelo..., ¡qué mareo! Pero, vuelve a decirlo despacio y, con el tiempo, lograrás concebirlo. Añade aún otro más. De ese modo llegamos a una época antigua y, luego, a otra antiquísima. Siempre más allá, como en los espejos. Pero sin dar nunca con el principio. Detrás de cada comienzo vuelve a haber siempre otro «érase una vez».
¡Es un agujero sin fondo!...Por eso vamos a lanzar a ese profundo pozo un papel ardiendo. Caerá despacio, cada vez más hondo. Y al caer, iluminará la pared del pozo. ¡Lo ves aún allá abajo? Continúa hundiéndose; ha llegado ya tan lejos que parece una estrella minúscula en ese oscuro fondo; se hace más y más pequeño, y ya no lo vemos.
Así sucede con el recuerdo. Con él proyectamos una luz sobre el pasado. Al principio, iluminamos el nuestro; luego, preguntamos a personas mayores; a continuación, buscamos cartas de individuos ya muertos. De ese modo vamos proyectando luz cada vez más atrás. Hay edificios donde sólo se almacenan notas y papeles viejos escritos en otros tiempos; se llaman archivos. Allí encontrarás cartas redactadas hace muchos cientos de años...

Pero esta visión dura sólo un momento. Luego, nuestra luz va descendiendo con rapidez creciente: 1.000 años; 2.000 años; 5.000 años; 10.000 años... 20.000, 50.000 años; y también aquella gente decía entonces «érase una vez». Nuestra luz del recuerdo es ya diminuta. Luego, se apaga. Sin embargo, sabemos que la cosa sigue remontándose. Hasta un tiempo archiprimitivo en el que no había aún seres humanos. En el que las montañas no tenían la apariencia que hoy tienen. Algunas eran más altas. Con el paso del tiempo, la lluvia las ha desleído hasta convertirlas en colinas. Otras no estaban todavía ahí. Crecieron lentamente saliendo del mar, a lo largo de muchos millones de años.
Pero, antes aún de que existieran, hubo aquí animales. Muy distintos de los actuales. Enormemente grandes, casi como dragones. ¿Cómo lo sabemos? A veces encontramos sus huesos profundamente enterrados..., puedes ver, por ejemplo, un Diplodocus. Diplodocus; ¡vaya nombre tan raro! Pues el animal aún lo era más... Tiene el tamaño de un árbol alto; y una cola tan larga como medio campo de fútbol. ¡Qué ruido debía de hacer aquel lagarto gigante—pues el Diplodocus era un lagarto gigante—cuando marchaba a cuatro patas por la selva virgen en la prehistoria!

Pero tampoco eso fue el principio. También ahí hemos de continuar hacia atrás; muchos miles de millones de años. Es fácil decirlo, pero, piensa un momento... Toda la Tierra se hallaba «desierta y vacía». No había nada: ningún árbol, ningún arbusto, ninguna hierba, ninguna flor, nada de verde. Sólo aridez, rocas peladas y el mar; el mar vacío, sin peces, sin moluscos, hasta sin lodo. Y si escuchas sus olas, ¿qué te dicen? «Érase una vez». La Tierra, una vez, era quizá tan sólo una nube de gas comprimida como otras que podemos ver —mucho mayores— a través de nuestros telescopios. Dio vueltas alrededor del Sol durante miles de millones, e incluso billones de años; al principio sin rocas, sin agua y sin vida. ¿Y antes? Antes tampoco existía el Sol, nuestro amado Sol. Sólo extrañas, muy extrañas estrellas gigantes y otros pequeños cuerpos celestes se arremolinaban entre las nubes de gas en el espacio infinito.

«Érase una vez»...; también yo siento vértigo al llegar aquí e inclinarme hacia abajo de ese modo. Ven, regresemos rápidos al Sol, a la Tierra, al hermoso mar, a las plantas, a los moluscos, a los lagartos gigantes, a nuestras montañas y, luego, a los seres humanos. ¿Verdad que es como volver a casa? Y, para que el «érase una vez» no tire continuamente de nosotros hacia ese agujero sin fondo, vamos a preguntar sin esperar ni un momento más: «¡Alto! ¿Cuándo fue?». Si al hacerlo preguntamos también: «¿Como fue, en realidad?», estaremos preguntando entonces por la historia. No por una historia, sino por la historia, que llamamos historia universal. Con ella vamos a comenzar ahora..."

Texto de "Breve Historia del Mundo" de Ernst H. Gombrich, Colección: Quinteto,Edición:1ª, 2005, Barcelona. Págs. 4 a 6.
Imagen superior: R. Magritte, "El telescopio", 1963.

20 feb 2010

El Tratado de Tordesillas

Una historia de guerras, viajes, abusos de poder, trampas y secretos que dan forma a aquello que llamamos “época de los descubrimientos”, que se extendió durante todo el siglo XV. Por entonces, Castilla y Portugal pugnaron por hacerse con el control del Atlántico.
Tras el descubrimiento de Colón, llegó la hora de sentarse en la mesa para repartirse las tierras del nuevo continente. Estos temas y especialmente las negociaciones que culminarán con el Tratado de Tordesillas se desarrollan en el  Artículo publicado en la revista Historia de Iberia Vieja n°47 (mayo, 2009): "El reparto del Nuevo Mundo" por Javier Rodríguez Casado.
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Material obtenido gracias al aporte de saladehistoria.com
Por más bibliografía aquí

16 feb 2010

La 2da. Guerra Mundial y Hollywood por Carlos Solar Fornazzari

Interesante Artículo del Periodista chileno  Carlos Solar Fornazzari que invita a reflexionar sobre la guerra, la propaganda y el cine.  

Propaganda en la 2da. Guerra Mundial, ¿una batalla que ganó Hollywood?
Por Carlos Solar Fornazzari


El ataque japonés a la base de Pearl Harbour marcó la historia militar moderna, al igual que la del celuloide norteamericano. ¿La razón? La empresa hollywoodense se enroló por completo en la guerra con actores, guiones y las tramas más representativas del 'heroísmo estadounidense'. Todo, claro, al estilo digno del cine made in Los Angeles. 
Antes del bombardeo a la base militar en el archipiélago de Hawai en 1941, Hollywood ya simpatizaba con la causa política contra el régimen de Hitler. Desde 1936, fecha en que también aparece la Liga Anti Nazi de Hollywood, se graban películas antifascistas y pro británicas. Entre ellas, 'Confesiones de un Espía Nazi' (1936); 'La Legión Negra', (1937), con Humphrey Bogart; 'El Gran Dictador' (1940), de Charles Chaplin, y 'Un Yankee en la RAF' (1941). Todas sugiriendo, de una forma u otra, que Estados Unidos tomara parte en la guerra. Tanto así, que meses antes del ataque a Pearl Harbour el senador Gerald Nye acusó a los estudios de grabación de producir una decena de películas que influenciaban al público sobre la participación del país en la denominada “guerra europea”.
Pero la guerra se hizo mundial. Y con ello, la llegada de la propaganda a la pantalla grande. “Las películas durante la guerra trataron de acentuar el patriotismo norteamericano tanto como la perfidia alemana y japonesa”, dice a 'El Mercurio' Geoffrey Wawro, director del centro de historia militar de la University of North Texas.
Y es que la Segunda Guerra Mundial fue altamente popular en Estados Unidos. “Casi universalmente la ciudadanía creía que ese conflicto era una buena guerra contra enemigos malévolos. Como resultado, la apoyaron en forma entusiasta. Las películas de Hollywood reforzaron esa imagen de ‘guerra justa’ “, señala Peter Kuznick, historiador de la American University.
El film más explícito sería la obra de Frank Capra, 'Por qué Peleamos' (1942), a juicio del profesor de cine y literatura David Johnson: “Es una serie de películas que explican directamente a los estadounidenses el esfuerzo de la guerra”. También destacan 'Casablanca' (1942), catalogada por la prensa local como “excelente propaganda anti-Eje”; 'Diario de Guadalcanal' (1943), con Anthony Quinn; 'Fuerza Aérea' (1943); 'Objetivo: Birmania' (1945), y el drama heroico de John Wayne, 'No Eran Imprescindibles' (1945).
La guerra disparó la asistencia del público a las salas de cine a cifras récords de 90 millones de espectadores semanales. Se hicieron musicales, dramas, comedias y películas de romance en torno a la guerra y el rol de los aliados.
El gobierno de Franklin D. Roosevelt, a través de la Oficina de Información de Guerra, creó la Oficina de películas, que producía material educativo y revisaba guiones, y también la Oficina de Censura, encargada de la exportación de los filmes. Los libretistas tenían la tarea de “mentalizar sobre el conflicto” a la población. Por ende, “las películas no sólo elogiaron el heroísmo de los soldados, sino que también ofrecían una imagen de cómo una democracia va a la guerra. Así, representaron a soldados de diversas clases, orígenes geográficos, etnias y religión, que sacrificaban sus vidas el uno por el otro en lo que se representó como una ‘guerra popular’ “, añade Peter Kuznick.
El lazo entre Hollywood y el Ejército fue sólido. Según cifras de la Universidad de Houston, en el primer año, el 12% de los empleados de la industria del cine entraron a las Fuerzas Armadas. Para el fin de la guerra, un cuarto de los hombres empleados de Hollywood vestían uniforme.
El cine y los conflictos bélicos hoy Hollywood tiene buenas relaciones con el mundo militar. Es más, muchas veces se usan cuarteles y se arrienda material bélico para grabar los éxitos de taquilla. Pearl Harbour (2001) y La Caída del Halcón Negro (2001) se grabaron con la completa asesoría militar de las oficinas de relaciones públicas que el Ejército tiene en los sets de grabación. Otros,..., prefieren mantenerse ajenos. Apocalipsis Ahora (1979), Pelotón (1986) y la miniserie de HBO Generation Kill (2008), se grabaron en forma independiente del Ejército.
También las temáticas han evolucionado. Para Thomas Doherty, historiador que ha estudiado el fenómeno hollywoodense en la cultura norteamericana, ahora existe una actitud más ambivalente y escéptica en Hollywood, en vez del patriotismo radical de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, “Hollywood es reacio ha personificar árabes o musulmanes como villanos por temor a ser acusados de intolerantes y racistas”, señaló.

La Historia y el Cine: entrevista a Mac Ferro

¿Qué visión de la historia hay en el cine? En "El acorazado Potemkin" Eisenstein inventó un motín de leyenda, mezclando hechos reales y episodios inventados. En "Espartaco", Stanley Kubrick hace hablar a los patricios con acento de Oxford y a los esclavos con acento norteamericano. Salvo raras excepciones, las películas sobre la Revolución francesa muestran casi siempre el punto de vista contrarrevolucionario. En los westerns, los indios pasaron en pocas décadas del papel de agresores al de víctimas. Los obreros nunca hacen huelgas en las películas francesas anteriores a 1968... Y, sin embargo, qué papel tan importante desempeña el cine en nuestra comprensión de la historia...
Reflejo de la sociedad, el cine también es, también, un soporte ideológico, propagandístico.
En el libro "El Cine una visión de la Historia " Marc Ferro aborda ésta temática (se citan más de 300 películas como invitación a reflexionar sobre la representación del pasado, del presente y del futuro en el ámbito cinematográfico).
Aquí te presento una entrevista por demás interesante acerca de las motivaciones y lo que ha significado para Mac Ferro abordar estas temáticas.

13 feb 2010

Memoria, representación territorial, y comunidad política imaginada

En el presente artículo se trata de analizar la construcción del Estado-nación como "comunidad política imaginada" como una forma posible de entender la conjunción de dos procesos clave en la conformación del Estado-Nación en tanto comunidad política imaginada:
- la estructuración de la memoria histórica nacional- la configuración del espacio territorial nacional. En particular, "se intenta resumir y articular dos rutas analíticas específicas de explicación de dos aspectos particulares del proceso de conformación del proyecto moderno de Estado Nación:
1) una ruta analítica que da cuenta de la historia como 'tecnología de domesticación de la memoria social' (Cristóbal Gnecco; 2000) –y del historiador como 'profesional de la memoria colectiva' (Nathan Wachtel 1999)-, que resalta el proceso mediante el cual la labor disciplinaria de los historiadores ha participado de la formación de identidades políticas y naturalizadas que dan forma a la memoria unitaria nacional, y a los relatos históricos de la nación: 'la construcción nacional en tanto proyecto moderno se funda en la proyección al pasado de una comunidad histórica construida (imaginada) en el presente. (…) La nación en tanto comunidad imaginada, y en tanto proyecto de identidad moderna, encuentra en los discursos históricos elementos imprescindibles de su propio proyecto' (Gnecco, 2000: 173 y 174).
2) otra, que anclada en el giro post estructuralista de la historia de la cartografía explícitamente interroga el papel jugado por la geografía y la cartografía en la conformación de los Estados-Nación, mostrando que la delimitación de fronteras y la elaboración de mapas nacionales fueron aspectos centrales del proceso de conformación de los Estados-Nación. La explicación desarrollada desde esta perspectiva ha empezado a demostrar hasta que punto la construcción y difusión de mapa nacional -en tanto imagen oficial del territorio nacional- resultó estratégica para legitimar y consolidar a lo largo del siglo XIX la narrativa ideológica de los Estados-Nación latinoamericanos: 'Un mapa nacional tuvo tanto iconográficas como lo hizo el poder instrumental. Se sirve la misma función básica de la definición de un espacio limitado en el que una élite postimperial de reciente aparición puede pretender hacer valer su poder, confirmar su condición de permanente, y sus legítimos derechos a la regla y, en efecto, a la representación'.(Raymond Craib, 2004: 37-38) .Cada ruta explicativa, aporta elementos importantes para entender, respectivamente, los procesos de transformación del espacio social en territorio nacional, y de la memoria social en historia nacional.
'La nación es un objeto discursivo esencialmente moderno. A pesar de que la nación es un artefacto cultural, en tanto forma imaginada y construida de identidad y de asociación, el Estado la ha naturalizado, mostrándola como el fin de la evolución de las identidades (…) la tradición se inventa, en el sentido de que es selectiva, intencionada, moral; la historia establece relaciones de continuidad temporal por fuera de requerimientos de contigüidad y de causalidad, naturalizando eventos enteramente contingentes, la historia realiza una domesticación política de la memoria social, la historia realiza su viaje en vehículos conceptuales mayoritariamente esencialistas; para que la historia sea reconocida se requiere que desde el presente se le otorgue un sentido y un valor'. (Gnecco, 2000: 173-174). Construir una historia nacional implica limpiarla de toda encrucijada, eliminar las alternativas y las discontinuidades, retocar las pugnas y tensiones, redefinir los adversarios y aliados, de modo que la historia sea un avance fluido que como imagen simétrica, anuncia el progreso infinito del futuro. Señala Norber Lechner (1999: 70), en un párrafo que bien podría reescribirse así: 'construir una cartografía nacional implica limpiarla de toda encrucijada, eliminar las alternativas y las discontinuidades, retocar las pugnas y tensiones, redefinir los adversarios y aliados, de modo que la historia sea un avance fluido que como imagen simétrica, anuncia el progreso infinito del futuro.' En efecto, y como ha mostrado Raymond Craib (2002) para el caso mexicano, la Cartografía oficial sustentaría -a lo largo del s. XIX- la propia idea de la existencia de la Nación y del territorio nacional, ofreciendo la afirmación simbólica de la soberanía y la unidad del Estado-Nación (a penas en formación), generando la imagen científica del espacio histórico nacional (aun por consolidar) y desarrollando la narrativa de la genealogía del territorio como espacio cultural natural de la nación mexicana (que da por pre-existente): 'La naturalización científica del territorio de la nación, la producción visual de un paisaje cultural y natural, en particular de México, y la narración de sus raíces supone convergieron en el mapa para fijar la tierra como un bien cultural estable, políticas, históricas y geográficas (... ) El proceso de composición todavía precaria y libre de forjar un México independiente apareció como autoridad más, concluyó, y se confirmó. Una escala de mapa de una nación-Estado, que promovió el espejismo de la neutralidad ideológica mediante la aplicación de los principios matemáticos presumiblemente objetivo de mapa de la construcción, por lo que argumentó hacia atrás desde la conclusión deseada, que actúa como un modelo para, en lugar de, lo que supuestamente representan '. En efecto, la Historia de la cartografía ha puesto en evidencia como los mapas no son una simple mediación mimética entre una realidad espacial y la percepción humana de la realidad, también se ha resaltado el hecho de que participan en la creación de la propia realidad que pretenden reflejar. Caricaturizando, las disciplinas históricas crearían el 'texto clausurado' del relato histórico nacional (en términos de la aspiración positivistas esto es la versión científica y unificadora de la historia nacional), mientras que las disciplinas geográficas, buscarían crear, la 'imagen deseada' del espacio nacional oficial (esto es, la representación matemática del espacio deseado de la comunidad política imaginada).