13 feb 2010

Memoria, representación territorial, y comunidad política imaginada

En el presente artículo se trata de analizar la construcción del Estado-nación como "comunidad política imaginada" como una forma posible de entender la conjunción de dos procesos clave en la conformación del Estado-Nación en tanto comunidad política imaginada:
- la estructuración de la memoria histórica nacional- la configuración del espacio territorial nacional. En particular, "se intenta resumir y articular dos rutas analíticas específicas de explicación de dos aspectos particulares del proceso de conformación del proyecto moderno de Estado Nación:
1) una ruta analítica que da cuenta de la historia como 'tecnología de domesticación de la memoria social' (Cristóbal Gnecco; 2000) –y del historiador como 'profesional de la memoria colectiva' (Nathan Wachtel 1999)-, que resalta el proceso mediante el cual la labor disciplinaria de los historiadores ha participado de la formación de identidades políticas y naturalizadas que dan forma a la memoria unitaria nacional, y a los relatos históricos de la nación: 'la construcción nacional en tanto proyecto moderno se funda en la proyección al pasado de una comunidad histórica construida (imaginada) en el presente. (…) La nación en tanto comunidad imaginada, y en tanto proyecto de identidad moderna, encuentra en los discursos históricos elementos imprescindibles de su propio proyecto' (Gnecco, 2000: 173 y 174).
2) otra, que anclada en el giro post estructuralista de la historia de la cartografía explícitamente interroga el papel jugado por la geografía y la cartografía en la conformación de los Estados-Nación, mostrando que la delimitación de fronteras y la elaboración de mapas nacionales fueron aspectos centrales del proceso de conformación de los Estados-Nación. La explicación desarrollada desde esta perspectiva ha empezado a demostrar hasta que punto la construcción y difusión de mapa nacional -en tanto imagen oficial del territorio nacional- resultó estratégica para legitimar y consolidar a lo largo del siglo XIX la narrativa ideológica de los Estados-Nación latinoamericanos: 'Un mapa nacional tuvo tanto iconográficas como lo hizo el poder instrumental. Se sirve la misma función básica de la definición de un espacio limitado en el que una élite postimperial de reciente aparición puede pretender hacer valer su poder, confirmar su condición de permanente, y sus legítimos derechos a la regla y, en efecto, a la representación'.(Raymond Craib, 2004: 37-38) .Cada ruta explicativa, aporta elementos importantes para entender, respectivamente, los procesos de transformación del espacio social en territorio nacional, y de la memoria social en historia nacional.
'La nación es un objeto discursivo esencialmente moderno. A pesar de que la nación es un artefacto cultural, en tanto forma imaginada y construida de identidad y de asociación, el Estado la ha naturalizado, mostrándola como el fin de la evolución de las identidades (…) la tradición se inventa, en el sentido de que es selectiva, intencionada, moral; la historia establece relaciones de continuidad temporal por fuera de requerimientos de contigüidad y de causalidad, naturalizando eventos enteramente contingentes, la historia realiza una domesticación política de la memoria social, la historia realiza su viaje en vehículos conceptuales mayoritariamente esencialistas; para que la historia sea reconocida se requiere que desde el presente se le otorgue un sentido y un valor'. (Gnecco, 2000: 173-174). Construir una historia nacional implica limpiarla de toda encrucijada, eliminar las alternativas y las discontinuidades, retocar las pugnas y tensiones, redefinir los adversarios y aliados, de modo que la historia sea un avance fluido que como imagen simétrica, anuncia el progreso infinito del futuro. Señala Norber Lechner (1999: 70), en un párrafo que bien podría reescribirse así: 'construir una cartografía nacional implica limpiarla de toda encrucijada, eliminar las alternativas y las discontinuidades, retocar las pugnas y tensiones, redefinir los adversarios y aliados, de modo que la historia sea un avance fluido que como imagen simétrica, anuncia el progreso infinito del futuro.' En efecto, y como ha mostrado Raymond Craib (2002) para el caso mexicano, la Cartografía oficial sustentaría -a lo largo del s. XIX- la propia idea de la existencia de la Nación y del territorio nacional, ofreciendo la afirmación simbólica de la soberanía y la unidad del Estado-Nación (a penas en formación), generando la imagen científica del espacio histórico nacional (aun por consolidar) y desarrollando la narrativa de la genealogía del territorio como espacio cultural natural de la nación mexicana (que da por pre-existente): 'La naturalización científica del territorio de la nación, la producción visual de un paisaje cultural y natural, en particular de México, y la narración de sus raíces supone convergieron en el mapa para fijar la tierra como un bien cultural estable, políticas, históricas y geográficas (... ) El proceso de composición todavía precaria y libre de forjar un México independiente apareció como autoridad más, concluyó, y se confirmó. Una escala de mapa de una nación-Estado, que promovió el espejismo de la neutralidad ideológica mediante la aplicación de los principios matemáticos presumiblemente objetivo de mapa de la construcción, por lo que argumentó hacia atrás desde la conclusión deseada, que actúa como un modelo para, en lugar de, lo que supuestamente representan '. En efecto, la Historia de la cartografía ha puesto en evidencia como los mapas no son una simple mediación mimética entre una realidad espacial y la percepción humana de la realidad, también se ha resaltado el hecho de que participan en la creación de la propia realidad que pretenden reflejar. Caricaturizando, las disciplinas históricas crearían el 'texto clausurado' del relato histórico nacional (en términos de la aspiración positivistas esto es la versión científica y unificadora de la historia nacional), mientras que las disciplinas geográficas, buscarían crear, la 'imagen deseada' del espacio nacional oficial (esto es, la representación matemática del espacio deseado de la comunidad política imaginada).
Más interesante aún, es que ambas rutas proveen elementos para entender los procesos mediante los cuales las disciplinas históricas y geográficas convergen de manera que, I) la imagen del espacio nacional y sus fronteras se convierten en el contenedor 'natural' de la historia nacional (la historia nacional enmarcada en un territorio naturalizado) y II) la interiorización social de la representación oficial del espacio y las fronteras se vuelve en si mismo objeto de las políticas identitarias y de las políticas de memoria (la imagen oficial de la nación debe "entrar" en la memoria colectiva y volverse memoria individual) : En la superficie de la hoja, la historia y la geografía se reunieron para componer a México como una entidad histórica y geográfica coherente, es decir, como un estado-nación legitimado. En cierto sentido, las dos disciplinas se reunieron [para] discernir cómo el país literalmente se forma. Nacional [en México] mapas y atlas se genealogías del territorio, narrando una especie de propiedad de historia en la que la existencia histórica de la nación-estado fue tomada como algo dado y una historia de "su" territorio era simplemente contó (...) de la Nación sí encontró su expresión en la unificación de disciplina de la historia y la geografía en la superficie de su mapa nacional que, a través de una sutil mezcla de la tecnología y la iconografía, representado tanto a México como atemporal aunque muy histórico. (...) Historia y geografía (en forma de una historia y un territorio desterritorializado historizado) fueron los componentes fundamentales que ayudaron a definir el estado-nación, como tal, y dotado de la legitimidad internacional. Al mismo tiempo, mientras que el Estado-nación era territorialmente historizado también se da una calidad transhistórico, que aparece como una entidad natural, más que una construcción social. El Estado-nación se convirtió, paradójicamente, tanto ricamente histórica y atemporal. (Craib Raymond: 2002)En el proyecto de conformación del Estado Nación el mapa nacional, precisamente se constituye en la imagen naturalizada (des-historizada) del territorio nacional y sus fronteras, así como en el propio contenedor naturalizado del relato histórico que unifica y esencializa la identidad nacional.
Bajo esta lógica, la interiorización social de la representación oficial del espacio y las fronteras se vuelve en si mismo objeto de las políticas identitarias y de las políticas de memoria: la imagen oficial de la nación debe "entrar" en la memoria colectiva y volverse memoria individual (generación de una memoria nacional del territorio oficial), asi como se vuelve política identitaria la territorialización nacionalizada de la memoria.
(...) El proceso de la estructuración de la memoria histórica nacional y de configuración del espacio territorial nacional, se conjugan y refuerzan mutuamente de manera que la producción, la circulación y el consumo de las representaciones cartográficas nacionales resultó ser un mecanismo de nacionalización (¿domesticación?) de la memoria social. En efecto como destaca Gnecco 'ninguna memoria social puede existir sin referencia a un espacio social específico, [pues] la memoria social está anclada a un espacio social':' La naturalización de la memoria social por parte de la historia es uno de los recursos políticos mas efectivos en la construcción de las identidades. La naturalización de la identidad se funda en una concepción primordialista y esencialista que la configura profunda, interna y permanentemente; ese escencialismo es transmitido a la memoria social por parte de la historia a través de muchos mecanismos, pero sin duda uno de los mas poderosos es la referencialidad espacial. El sentido histórico (es decir el sentido identitario) se construye desde toda clase de referentes espaciales, desde los objetos hasta el paisaje.'(Gnecco, 2000: 184) Lo contrario también pareciera ser cierto: las 'tecnología de domesticación de la memoria social', dentro de las cuales Gneccco incluye la arqueología y el museo o la escuela, finalmente son mecanismos que refuerzan la interiorización social de la representación del orden espacial y temporal oficial (con sus representaciones naturalizadas y esencializadas de espacio y de fronteras). La construcción del orden esta íntimamente vinculada a la producción social del espacio y del tiempo. Por un lado el orden es creado mediante la delimitación de su entorno, estableciendo un límite de inclusión y exclusión. No hay orden social y político sin fronteras que separen un nosotros de los otros. Aun más, la noción de orden modela la idea del espacio. (Lechner, 67)."



Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas.
Departamento de Historia. Métodos Cualitativos de Investigación Histórica. Presentado a Paol Vigno y Maite Yie por Sebastián Díaz Ángel. 31/07/07 .

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