1° de Mayo y los Mártires de Chicago
El movimiento obrero y sus reivindicaciones pueden documentarse casi desde los comienzos de la Revolución Industrial (mediados del siglo XVIII). Sofocado en sus comienzos, será para 1850, con el crecimiento vertiginoso de la industria, que los obreros comenzarán a tomar un nuevo protagonismo. Serán los promotores de múltiples formas de organización y con una conciencia propia sobre su situación es, sin duda, el movimiento sindical, uno de los aspectos más trascendentes de lo que llamamos "movimiento obrero".La actitud de crítica con respectos a los problemas laborales o lo que se denomina "cuestión social" de los trabajadores, vienen de la mano con propuestas y reivindicaciones de lo que serán los derechos laborales. Una de las primeras reivindicaciones de los obreros será la jornada laboral de las 8 horas, que se transformará en un símbolo de los reclamos sindicales.
En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el Congreso de la Federación Americana del Trabajo (reunía sindicatos de Estado Unidos y Canadá), en el que se propuso que a partir del 1º de mayo (en este mes se renuevan la mayoría de los contratos laborales en Estados Unidos) de 1886 se exigiera a los patrones el cumplimiento de una jornada laboral de 8 horas y, de no ser así, se iría a huelga. Llegada la fecha, las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron.
La lucha por las 8 horas
La reivindicación de las 8 horas tenía amplio apoyo en Chicago. Allí la jornada se extendía desde las 4 de la mañana hasta las 8 de la noche. Aquellos que trabajaban 14 o 15 horas se consideraban afortunados. El 1º de mayo de 1886 comenzó una huelga en la ciudad que comenzó con 40 mil trabajadores llegando a los 65 mil. La adhesión de los trabajadores a la medida no era fácil. Chicago era patrullada constantemente por la policía que, junto con elementos patronales, organizaba provocaciones contra cualquier grupo de trabajadores. Al trabajador en huelga le quedaban dos alternativas: o se quedaba refugiado en su casa o andaba en grupo con sus compañeros de trabajo. El espacio público de la ciudad era disputado de hecho entre la clase obrera y la burguesía.
Grabado que muestra la explosión en la
Revuelta de Haymarket
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La elección de los acusados fue política. Dos de ellos ni siquiera estuvieron en la manifestación de Haymarket, otros se habían retirado antes de la explosión. Lo que quedaba claro era que se ponía en juicio las ideas políticas de estos sindicalistas, dicho explícitamente por la acusación en varios tramos del juicio, plagado de vicios legales, falta de garantías, testigos falsos y demás catálogo de violencias y trampas a que fueron sometidos los trabajadores. La índole fraudulenta del juicio fue tan evidente que, aun en medio de una ensordecedora campaña nacionalista contra los "terroristas extranjeros" (ya que muchos obreros eran inmigrantes), el jurado no se atrevió a condenar a muerte a todos los acusados, como era la intención primera de los organizadores del juicio. Años más tarde el gobernador Altgeld afirmó que el juicio que los condenó se caracterizó por "la histeria", lo que estaba en juicio eran las idean anarquistas y se esperaba que "con la muerte de estos militantes murieran dichas ideas".
El 11 de noviembre de 1887 Spies, Engel, Fischer y Parsons fueron ahorcados. Unos días antes Louis Lingg se había quitado la vida en su celda. A partir de ese momento fueron conocidos como los "Mártires de Chicago" y considerados "héroes" de la clase trabajadora. En su funeral asistieron más de 25.000 trabajadores. Los otros compañeros (Fielden, Schwab y Neebe) pasaron largos años en prisión hasta que el peso de las mentiras acumuladas obligó a una revisión del proceso que concluyó con la libertad de los tres sobrevivientes. El 26 de junio 1893 el gobernador Altgeld los puso en libertad y dejó en claro eran inocentes del delito por el que habían sido juzgado: "ellos y los ahorcados fueron las víctimas de la histeria, de jurados tendenciosos y de un juez sesgado".
El 11 de noviembre de 1887 Spies, Engel, Fischer y Parsons fueron ahorcados. Unos días antes Louis Lingg se había quitado la vida en su celda. A partir de ese momento fueron conocidos como los "Mártires de Chicago" y considerados "héroes" de la clase trabajadora. En su funeral asistieron más de 25.000 trabajadores. Los otros compañeros (Fielden, Schwab y Neebe) pasaron largos años en prisión hasta que el peso de las mentiras acumuladas obligó a una revisión del proceso que concluyó con la libertad de los tres sobrevivientes. El 26 de junio 1893 el gobernador Altgeld los puso en libertad y dejó en claro eran inocentes del delito por el que habían sido juzgado: "ellos y los ahorcados fueron las víctimas de la histeria, de jurados tendenciosos y de un juez sesgado".
La sentencia:
El 11 de noviembre de 1887 se consumó la ejecución de Albert Parsons (estadounidense, 39 años, periodista), August Spies (alemán, 31 años, periodista), Adolph Fischer (alemán, 30 años, periodista) y Georg Engel (alemán, 50 años, tipógrafo). Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero) se había suicidado antes en su propia celda. A Michael Swabb (alemán, 33 años, tipógrafo) y Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil) les fue conmutada la pena por cadena perpetua y Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor) fue condenado a 15 años de trabajos forzados.
Dos años después, en julio de 1889, la Segunda Internacional reunida en París resolvió que “Se organizará una gran manifestación en fecha fija, de tal manera que simultáneamente en todos los países y en todas las ciudades en el mismo día convenido, los trabajadores pedirán a las autoridades oficiales la reducción, mediante una ley, de la jornada de trabajo a 8 horas... En vista que una manifestación análoga ha sido aprobada para el 1º de Mayo de 1890 por la Federación Americana del Trabajo, en su Congreso celebrado en Saint Louis... se adopta esa fecha para la manifestación internacional”.
Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago del periódico La Nación de Buenos Aires:
Material elaborado gracias al aporte de:
...salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable...José Martí
Material elaborado gracias al aporte de:
"Historia del Mundo Contemporáneo" de Antonio Fernández, Ed. Vicens Vives
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