Introducción
Debemos distinguir dos etapas en la conformación de las economías latinoamericanas durante el siglo XIX:
-Desde las independencias hasta mediados de siglo, caracterizándose por los profundos daños, de vidas humanas y recursos materiales considerables, provocados por las luchas de emancipación. No todos los países se vieron afectados de la misma manera, pero en algunos la destrucción es elevada (Venezuela para 1823 sólo tiene 256.000 cabezas de ganado vacuno frente a cuatro millones y medio que poseía en 1812; en México y Perú los yacimientos de metales preciosos producen menos de la mitas de lo extraído antes de las revoluciones). De ahí que encontremos economías hispanoamericanas con serias dificultades, producción estancada o descendida. Sin embargo hay novedades, la apertura al libre comercio, la entrada masiva de mercaderías inglesas o francesas. Los productos extranjeros penetran por las aduanas prácticamente sin trabas: el libre cambio y a su vez la pérdida de metales preciosos circulantes.
-A partir de la segunda mitad del siglo XIX, se caracteriza por la afluencia de capitales extranjeros, especialmente británicos, que invertirán directamente en infraestructura (aguas corrientes, luz, tranvías, etc.) y en los centros productivos más dinámicos: minas, agricultura comercial, yacimientos petrolíferos y bancos. Además aumentan los préstamos a los Estados, que los solicitan bajo el supuesto de que la expansión de las exportaciones resolvería el problema del endeudamiento. Se darán los denominados procesos de modernización, donde el ferrocarril será el símbolo por excelencia de progreso, atados a las exigencias del mercado mundial. También va a existir una fuerte demanda de materias primas.
A su vez, podemos distinguir, tomando en cuenta la propuesta de Celso Furtado, en las economías latinoamericanas tres grupos de países:
a- Exportadores de productos agrícolas de clima templado.
b- Exportadores de productos agrícolas de clima tropical.
c- Exportadores de minerales.
Hacia una economía exportadora y dependiente
La actividad económica por excelencia será la agrícola y aquellas relacionadas con la explotación de la tierra, sistema de producción que es herencia del pasado. Se dará un gran crecimiento del valor de la tierra, especialmente con las inversiones en construcción de vías de comunicación. La explotación y distribución de la tierra se basará en el latifundio que constituye una unidad familiar y una unidad de producción. Ser dueño del mismo significaba tener riqueza, ingreso, prestigio social y poder político. Recibieron el nombre de hacienda en México, estancias en el Río de la Plata o fazendas en Brasil. Se especializaban, la mayoría de ellos, en un solo producto y el régimen será el de monoproducción o monocultivo. El objetivo era producir y transportar con rapidez productor para el consumo de los centros industriales europeos, lo que llevó prontamente a la especialización en torno a los productos demandados, por ejemplo: café, azúcar, algodón, carne, salitre, cobre. El monocultivo representó una forma destructiva de explotación de la tierra: no se tomaron medidas para conservar la riqueza del suelo, agotándose; obligó a traer alimentos de otras zonas a precios elevados; bosques enteros fueron arrasados y la población nativa desplazada.
Además, determinará una situación de dependencia de las economías locales respecto al mercado internacional. Si los precios internacionales bajaban o desaparecía la demanda de un producto americano, sobreviene la miseria más atroz y el hambre. La escasez de alimentos surgió como consecuencia del exclusivismo de plantar productos de exportación limitándose al mínimo los de subsistencia.
El desarrollo fabril europeo, tras la Revolución Industrial, contribuyó a inundar el mercado americano de mercaderías muy variadas a precios más bajos que las producidas aquí. Ésto enriquece a las ciudades y a los puertos así como a la clase mercantil que se dedica a la importación y exportación. Desde el punto de vista comercial, se logró en este período, la vieja aspiración colonial, el librecambio. Pero las consecuencias negativas será la ruina de las artesanías locales que no pudieron competir con la producción europea en gastos y costos.
América se dedicó más a consumir que a producir y nuestras economías exportadoras no pudieron iniciar su desarrollo industrial dado el libre comercio y la ausencia de medidas proteccionistas para la producción local.
El impulso económico de la segunda mitad del siglo XIX
El impulso económico será de carácter mundial, crece el sistema bancario y la producción fabril con la 2da. fase de la Revolución Industrial. Inglaterra será el centro del sistema capitalista mundial y crece la demanda de alimentos y materias primas. El objetivo del capitalismo europeo era producir más y transportar con mayor rapidez productos para el consumo. La producción americana, creció en lo que se llamó hacia afuera, pués creció no para beneficio de la región sino de unos pocos productores locales y para los centros industriales y financieros de Europa.
Desde el exterior se fijarán los precios y la demanda, además los europeos otorgarán empréstitos y realizaron inversiones en obras públicas e industrias en las repúblicas latinoamericanas.
La clase dominante de cada país es la que posee el control económico, por eso el capital extranjero se apoyó en las oligarquías locales, procurando la rentabilidad de su dinero.
El impacto del capitalismo en América Latina no consiguió alterar en su totalidad la estructura social heredada de la época colonial. La sociedad terrateniente y señorial, lejos de ser modificada por el crecimiento hacia afuera y la introducción del capital extranjero y el contacto con el mercado mundial, se acomodó a la nueva situación. Los hacendados serán los personajes dominantes en las sociedades rurales: la propiedad de la tierra les asegura riqueza, poder y prestigio. En las ciudades, los hacendados junto a grandes comerciantes, profesionales prestigiosos forman la clase alta, una minoría que monopolizaba los cargos políticos y administrativos, los grados superiores del ejército y el alto clero. A esta clase se integran inmigrantes calificados de origen británico y francés (comerciantes, ingenieros, profesionales).
A pesar de la riqueza de los recursos, la pobreza de una gran masa de la población rural y urbana y la dependencia estaban implantadas en América Latina.
América Latina en la segunda mitad del siglo XIX (1)
En la segunda mitad del siglo XIX, América Latina se incorporó de manera mucho más plena al mercado internacional, convirtiéndose en exportadoras de alimentos y materias primas, e importadora de manufacturas y servicios (textiles, productos vinculados con la industria del ferrocarril, como carbón, metalúrgica, etc,). Esta integración fue favorecida por la verificación de un proceso previo de pacificación interna y organización nacional que recorrió el continente, tras el accenso de sectores de filiación liberal _a menudo, con tendencias oligárquicas_ , que impulsaron la modernización de los estados y el sistema económico (formación de mercados de tierras y de capitales), y la sanción de marcos legales indispensables.
Las economías latinoamericanas se sumaron al sistema internacional en una relación de subordinación, que sin embargo resultaba la única posible debido a sus condiciones estructurales, ya que si bien poseía en general enormes riquezas potenciales, no contaban con mercados de capitales de significación, su población era a menudo limitada, y su infraestructura, prácticamente inexistente.
La participación de las economías latinoamericanas en el mercado internacional se limitó, salvo excepciones, a unos pocos productos: Argentina y Uruguay exportaban productos agroganaderos; Brasil café, azúcar, caucho y algodón; México, cueros, caucho, frutales, hortalizas y café; Venezuela y Colombia, café; Perú, guano; Bolivia, plata, caucho y estaño; Ecuador, cacao, papas, maíz y harina, y Guatemala, grana y café. En algunos casos, se trataba de producciones tradicionales, que ahora adquirían una nueva organización en virtud del volumen de los intercambios. En otros, directamente se comenzaba a producir nuevos productos, para lo cual debían montarse nuevas explotaciones y adiestrar a a mano de obra.
En líneas generales, las nuevas economías adoptaron una matriz original, caracterizada por la duplicación de los mercados: uno, vinculado con los productos tradicionales de consumo y producción local, en los que la utilización de la moneda era escasa y predominaba el trueque y otras prácticas de intercambio consuetudinarias, y otro, moderno y relacionado con el comercio de exportación e importación, donde el dinero intervenía de manera cuasi excluyente en las transacciones. Aquellos mercados en los cuales se exportaban los mismos productos que se consumían en el mercado interno _carnes, cereales,_ experimentaron una rápida monetización de las transacciones. Con el tiempo, la importación de ciertos artículos de consumo popular _como textiles, tabaco, alcohol, etc._ fue afectado sensiblemente a muchas de las producciones locales, que no pudieron resistir la competencia, lo cual condenó a vastas regiones a la miseria y el abandono, provocando migraciones internas.
A medida que los negocios se expandían, aumentó la radicación de capitales, mano de obra e infraestructura europeos y, en menos medida, norteamericanos. A excepción de México y Cuba, donde la mayor parte de las inversiones fueron norteamericanas, el resto de América Latina fue abastecido por Gran Bretaña, Alemania y Francia. Las principales inversiones se dirigieron a la Argentina y el Brasil. En cuanto a la inmigración, particularmente Argentina, Brasil y Uruguay verificaron un sostenido aumento de su población, merced a los aportes de nutridos contingentes, cuyo arribo sólo se detuvo con el inicio de la Primera Gran Guerra. En otras naciones, como en el caso de México, Guatemala, Perú o Bolivia, la numerosa mano de otra indígena satisfizo en buena medida la demanda, y la inmigración fue escasa. Las inversiones se destinaron principalmente a obras de infraestructura (ferrocarriles y servicios), vinculadas con la necesidades del comercio de exportación...
Si bien la incorporación al mercado internacional permitió un importante crecimiento económico asociado, impensable en la primera mitad del siglo, los niveles de endeudamiento que esas empresas generaron, así como la extrema dependencia de la evolución de los precios del mercado internacional, impuso a estas economías latinoamericanas un rasgo de precariedad que atentó contra su consolidación, ya que las inversiones en infraestructura fueron limitadas, y la especulación financiera y el gasto improductivo se convirtieron rápidamente en prácticas características de los sectores acomodados.
(1) Ana Pfeiffer- Alberto Lettieri, "Historia Contemporánea. De la Revolución Inglesa a la actualidad". EUDEBA, 1999, Bs.As.
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