Escuelas del Bicentenario es un programa que se aplica en 132 escuelas de Argentina. El proyecto de la Unesco y una universidad privada, indaga el por qué los chicos se equivocan. He aquí un fragmento del artículo publicado en Clarín (Argentina).
"Un chico que está aprendiendo los números escribe “302” cuando se le pide que haga el “32”. La explicación se ve al ponerlo en palabras: treinta y dos. ¿Qué hacer para corregir el error? ¿Sancionarlo con rojo o preguntarse por qué el alumno se ha equivocado? Por la segunda vía, un grupo de escuelas argentinas redujo un 66% en tres años la cantidad de chicos que repiten de grado.
En el caso del número 32, el docente buscó un elemento concreto que le quitara abstracción a la cifra. Hizo observar al chico el día 31 en un calendario y le pidió que lo intentara otra vez. La respuesta entonces fue la correcta. “A la humanidad le llevó miles de años crear los números. No podemos pretender que los alumnos los aprendan en días”, dice a Clarín Horacio Itzcovich, uno de los coordinadores del proyecto Escuelas del Bicentenario.
Impulsado por la Unesco y la Universidad de San Andrés, el proyecto cultiva esta metodología de aprendizaje en 132 escuelas públicas primarias del país: colocan el error de los estudiantes como instancia clave en el aprendizaje. ¿Qué significa esto? No ‘castigar’, desentrañar la causa del error y ubicarlo en contexto, a diferencia de los métodos tradicionales que se limitan a poner notas... Los errores más comunes están relacionados con creencias de los chicos o conocimientos del sentido común que no se aplican al saber académico.
Hasta 2007, cuando empezó a funcionar este plan, existían sólo iniciativas aisladas que dependían más de la voluntad de cada docente que de un proyecto a largo plazo. Un estudio del Ministerio de Educación sobre los cuadernos de clase de alumnos primarios concluyó que en apenas tres de cada diez escuelas existen docentes que usan esta metodología.
El tema está hoy en el centro de las preocupaciones pedagógicas. “La premisa es no castigar el error, dejar que se manifieste para convertirlo en herramienta de enseñanza”, explica Hilda Di Falvo, doctora en Ciencias de la Educación e investigadora en metodologías de la educación del Conicet. “Notas y evaluaciones no dejan de existir, pero hay una instancia más importante que le permite entender al alumno por qué se equivocó”, agrega.
Escuelas del Bicentenario trabaja con 65.000 chicos de bajos recursos en Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Tucumán, Santa Cruz y Corrientes. El programa logró reducir la repitencia del 15% promedio inicial al 5,1%, es decir por debajo de la media nacional, que es del 6,4%. Además, la receta parece un antídoto contra la frustración: la deserción bajó un 76% . “Si el error se sanciona el chico se inhibe, lo que le impide aprender a pensar”, dice Silvina Gvirtz, directora del proyecto. Explica que ése es “uno de los problemas de la educación argentina” y aporta un dato elocuente: el 30% de los chicos de 15 años no comprende un texto sencillo. María Elena Cúter, otra de las coordinadoras del proyecto, agrega que “los niños, conscientes de que escriben con errores, evitan la sanción dejando de escribir; conocedores de que leen con errores, están más pendientes de ‘decir bien las letras’ que de entender el contenido de un texto. Y, si esto ocurre, nuestros propósitos no se alcanzan”.
Pero hay algo que trasciende la pedagogía y también podría explicar la falta de un criterio general para trabajar con el error en todas las escuelas del país: “Los adultos somos así. Al que mete la pata lo hunden. Le pasa a la gente en su trabajo. Y la escuela es una muestra de la sociedad. En nuestra idiosincrasia no existe otra oportunidad”, opina Itzcovich. Otros expertos, sin embargo, hablan de los límites de esta metodología.“El por qué se equivocó un alumno lo podes analizar chico por chico si trabajas con un grupo reducido. Pero si trabajás con un grupo grande, como mucho les podés hacer una devolución de lo que sería la respuesta correcta. Para hacer algo más harían falta clases de apoyo”, afirma una docente de una prestigiosa escuela bilingüe de zona Norte que prefirió no identificarse.
Raúl de Titto, director general del Cangallo Schule, suma otro elemento al debate: “Hay que tener cuidado, porque muchas veces los alumnos terminan aprobando todos con cero esfuerzo. No hay que caer en el facilismo ni empujar el nivel para abajo. Nosotros trabajamos con el error, pero hay límites que pasan por lo individual de cada alumno y hay que marcarlo. No podemos creer en la utopía de que todos van a entender todo de la misma manera”.
Horacio Sanguinetti, ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, explica su postura al respecto. “Las teorías que buscan comprender por qué se equivocan los alumnos son bastante recientes. En la época en la que yo estaba al frente del colegio había diferentes metodologías, según el profesor –recuerda–. Por mi parte, creo que siempre debe existir un límite de hasta donde se puede perdonar un error y cuándo éste debe ser sancionado. Cuando el disparate es enorme, realmente no queda otra. A veces los alumnos muestran una ignorancia tal, como ubicar a San Martín en la época del Cid..."
Por Pablo Sigal
Por Pablo Sigal
Fuente: Clarín, material obtenido gracias al aporte de saladehistoria.com
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