29 mar 2023

"El sueño de la razón produce monstruos", Francisco de Goya (1799)


El sueño de la razón produce monstruos»… y poblado de monstruos encontramos los Caprichos de Goya. Basta un rápido paseo por sus 80 grabados para comprobar que los inquietantes y bellos animales de la noche: lechuzas, búhos, gatos y linces entre otros, comparten imaginario gráfico con monstruos menos oníricos y fantasiosos: los monstruos de la sociedad, desde las costumbres populares hasta los abusos del poder, Goya no dejará títere con cabeza en su serie de grabados Los caprichos.
Este es uno de los más conocidos, el número 43. Aunque su destino era ser el frontispicio de la obra, finalmente quedó relegado a este puesto y sustituido en la portada, por un autorretrato, que da firma y autoría a los Caprichos del autor. Este capricho, también es un autorretrato, podemos verlo claramente en el primer dibujo preparatorio a tinta (donde aparece el rostro de Goya que surge de su mente).
El pintor postrado sobre su mesa de trabajo, poseído por el sueño y desposeído de la razón, está con sus pinceles bajo los brazos inertes. Poco puede hacer contra los monstruos de la noche, que vienen a poblar su mente vulnerable. Una lechuza le ofrece un pincel para que desde el «sueño de la razón», emane, con mordacidad y sátira, la voraz crítica social y política.
En la Razón esta el quid de la cuestión, la razón pura diría Kant, porque no en vano Goya utiliza esta palabra, adjunta a las ideas ilustradas, propias no tanto de su país como de su tiempo. Ideas respaldadas por un pequeño grupo de ilustrados con los que Goya tenía relación, entre ellos el ministro Jovellanos de quien es amigo.

«La fantasía abandonada de la razón, produce monstruos imposibles: unida con ella, es madre de las artes y origen de sus maravillas.» [1].

Así queda recogido en el manuscrito del Museo del Prado atribuido al propio autor...
No pasaron desapercibidos los caprichos ni su atrevimiento en la época, son numerosas las fuentes que hablan de ellos con agrado o desaire, tanto aquí en España, como en el extranjero. Por supuesto los liberales se deshacían en halagos a su osadía y compartían las críticas que vertía sobre todos los estamentos sociales: la superchería y las costumbres del pueblo, los abusos del clero y la aristocracia, e incluso los de la realeza: el secreto romance entre la reina María Luisa y Godoy, secreto a voces, también tuvo cabida en sus grabados. El otro bando, el de los conservadores, religiosos, gentes de bien y la propia Santísima Inquisición opinaron que era…… un libertino.
Ganaron los segundos como es costumbre y hábito clerical. Apenas durante dos semanas se anunció la venta de los caprichos en el Diario de Madrid, (que por cierto los grabados se vendían en la «… calle Desengaño n° 1 tienda de perfumes y licores…») Goya decidió retirarlos por miedo a la inquisición, y posteriormente los legó al Rey.
Es en los grabados donde Goya, (en palabras del autor), se siente más libre, tanto en la forma como en el contenido. Un medio donde la razón acompañada de la fantasía da rienda suelta a la sátira que aunque no muy frecuente en la época, contaba con algunos precedentes como el pintor William Hogarth con quien lo compararon sus coetáneos. La sátira política y social se desarrollará con más profusión a lo largo del siglo XIX dónde se hará un espacio en los periódicos y revistas. Podemos considerar también en este campo de la ilustración satírica y la caricatura a Goya como un precursor.


[1] Frase literal.
(CC) Sandra Afonso Tabares, 25-04-2021

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